En su testimonio, Doña Teodora narró que escuchó voces familiares que la llamaban, voces de sus nietos, de sus hijos.
02/05/2025 11:42
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Una historia que parece extraída de un códice antiguo se apoderó de una comunidad yucateca: Doña Teodora, una mujer de avanzada edad, desapareció por tres días en la selva y, al regresar, afirmó con total serenidad que fue guiada por los aluxes, los míticos guardianes del monte en la cosmovisión maya.
La mujer había salido a caminar, como era su costumbre, por los alrededores del pueblo. Al no regresar, su familia encendió las alarmas. Durante dos noches, vecinos, voluntarios y autoridades recorrieron cada rincón del monte, sin hallar rastro alguno. Lo desconcertante fue que apareció sentada, deshidratada pero lúcida, en un sendero que ya había sido revisado.
Lo insólito vino después. En su testimonio, Doña Teodora narró que escuchó voces familiares que la llamaban, voces de sus nietos, de sus hijos. “Los seguí, pensando que estaban cerca, pero vi figuras pequeñas entre los árboles. Se reían. Eran como niños... pero no eran humanos”.
El caso fue difundido por la página “Relatos Aluxinantes”, especializada en leyendas y fenómenos inexplicables del mundo maya, quienes aseguran que el testimonio de la abuela coincide con múltiples relatos de encuentros con aluxo’ob.
¿Qué son los aluxes?
Los aluxes son criaturas de la mitología maya descritas como pequeños seres mágicos, invisibles para la mayoría, protectores de la naturaleza, traviesos pero sabios. Según las creencias, pueden aparecer ante quienes respetan el monte, pero castigan a los intrusos o irrespetuosos.
“Estas cosas no se explican con lógica. El monte es sagrado. Y hay quienes aún pueden ver lo que los demás hemos olvidado”, comenta don Jacinto, campesino de la zona.
Aunque algunos atribuyen la desaparición a una desorientación propia de la edad, la historia ha renovado la fe y el respeto por las tradiciones mayas. La familia de Doña Teodora asegura que no duda de su versión, sobre todo al verla más serena y fuerte que nunca.
“Quizás los aluxes no se la llevaron para hacerle daño, sino para protegerla”, dicen entre susurros.
En Chichimilá, la línea entre lo real y lo mágico se vuelve difusa. Y mientras algunos buscan explicaciones, otros solo observan el monte con nuevos ojos. Porque, como dice la propia Teodora con una paz inquebrantable: “Yo sé lo que vi. Eran como niños… pero no eran humanos”.
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