Sin las luces de Messi, Neymar o Mbappé, el PSG encontró la verdadera fórmula de la gloria: jugar como equipo. Con un 5-0 histórico sobre el Inter, el club parisino conquistó su primera Champions y dio una lección al fútbol moderno.
31/05/2025 19:33
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La historia le debía una Champions League al PSG, pero nunca dijo que vendría en manos de sus ídolos más mediáticos.
En Múnich, el club parisino alcanzó la gloria europea por primera vez sin Messi, sin Neymar, sin Mbappé… y sin lujos innecesarios. Lo hizo desde la humildad táctica, la unión colectiva y una idea clara que reemplazó el espectáculo por el trabajo silencioso.
Luis Enrique, cuestionado en sus primeros meses, fue el gran arquitecto de esta revolución. Renunció a los destellos individuales y apostó por un bloque unido, solidario, paciente.
En la final ante el Inter de Milán no hubo un héroe, hubo once. No hubo una jugada de otro planeta, hubo mecanismos repetidos hasta la perfección. Fue el triunfo de la pizarra sobre el marketing.
Achraf Hakimi, Désiré Doué, Kvaratskhelia, Mayulu… nombres lejos del póster global pero fundamentales en una maquinaria que funcionó como reloj suizo. Ganaron 5-0, pero más que goles, lo que celebró París fue un nuevo nacimiento: el de un PSG que dejó de comprar ídolos para empezar a forjar identidad.
Por primera vez, París se siente representada no por las figuras del fútbol mundial, sino por un equipo que juega como tal. La Torre Eiffel se tiñó de azul y rojo, no por el nombre de un astro, sino por la bandera de una idea que por fin dio frutos: la de que los títulos no se compran, se construyen.
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