“El cáncer de pulmón tiene una de las tasas de mortalidad más altas porque suele diagnosticarse en fases avanzadas, cuando el tratamiento ya no puede ser tan efectivo”.
19/12/2025 14:00
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El cáncer de pulmón es una de las enfermedades oncológicas más frecuentes y mortales. La gravedad radica en que, en muchos casos, se detecta cuando ya se encuentra en fases avanzadas, lo que limita las opciones de tratamiento y reduce las probabilidades de supervivencia. Por esta razón, es fundamental conocer las señales de alerta y adoptar medidas de prevención que permitan disminuir el riesgo y favorecer un diagnóstico oportuno.
Laura Marín, médico y docente de la carrera de Medicina en la Universidad Franz Tamayo, (Unifranz) sostiene que: “El cáncer de pulmón tiene una de las tasas de mortalidad más altas porque suele diagnosticarse en fases avanzadas, cuando el tratamiento ya no puede ser tan efectivo”.
Estudios y reportes de instituciones reconocidas, como Mayo Clinic y la American Cancer Society, corrobora que los síntomas suelen aparecer de forma gradual y pueden pasar desapercibidos en las primeras fases de la enfermedad, subrayando la importancia de la evaluación médica temprana ante su persistencia.
En sus etapas iniciales, el cáncer de pulmón puede desarrollarse sin provocar síntomas evidentes. Sin embargo, con el paso del tiempo comienzan a manifestarse señales que no deben pasarse por alto. Una de las más comunes es la tos persistente, especialmente cuando se prolonga durante semanas o cambia de intensidad y frecuencia. La expectoración con sangre, aunque sea mínima, es un signo de alarma que requiere atención médica inmediata.
También pueden presentarse dificultad para respirar, sensación de falta de aire durante actividades habituales y dolor en el pecho, el cual suele intensificarse al toser, respirar profundamente o reír. La ronquera constante, así como la aparición repetida de infecciones respiratorias como bronquitis o neumonía, pueden ser indicios de una alteración pulmonar más seria.
Existen además síntomas generales que, si bien no son exclusivos del cáncer de pulmón, pueden asociarse a la enfermedad cuando se presentan de forma persistente. Entre ellos se encuentran la pérdida de peso sin causa aparente, el cansancio extremo, la disminución del apetito y el malestar general.
En etapas más avanzadas, pueden aparecer dolores óseos, dolores de cabeza, mareos o debilidad, lo que puede indicar que el cáncer se ha extendido a otras partes del cuerpo. Estos últimos síntomas son un indicio de metástasis.
El principal factor de riesgo para desarrollar cáncer de pulmón es el consumo de tabaco. Fumar cigarrillos, puros o pipa, así como la exposición constante al humo de segunda mano, incrementa de manera significativa la probabilidad de padecer esta enfermedad.
No obstante, también influyen otros factores, como la exposición prolongada a sustancias tóxicas —entre ellas el asbesto y el radón—, la contaminación ambiental, los antecedentes familiares y ciertas enfermedades pulmonares crónicas.
“Los pulmones son órganos silenciosos: no duelen, y muchas veces no dan señales hasta que el daño ya es avanzado. Por eso es fundamental no esperar a tener síntomas graves para consultar con un médico”, destaca Marín.
La prevención del cáncer de pulmón se centra, sobre todo, en reducir estos factores de riesgo. La acción más eficaz es no fumar o abandonar el hábito tabáquico. Dejar de fumar, incluso después de muchos años, reduce de forma progresiva el riesgo y mejora notablemente la salud respiratoria. Asimismo, es importante evitar ambientes con humo de tabaco y protegerse adecuadamente en lugares de trabajo donde exista exposición a sustancias nocivas.
Los avances recientes en la prevención del cáncer de pulmón se centran principalmente en la detección temprana. El uso de tomografía computarizada (TAC) de baja dosis en personas con alto riesgo ha demostrado ser una herramienta eficaz para identificar la enfermedad en fases iniciales. Estudios como el ensayo NELSON han evidenciado que este tipo de cribado (proceso de pruebas) puede reducir la mortalidad hasta en un 24%, mejorando de forma significativa el pronóstico de los pacientes.
También, se han fortalecido los programas de cesación tabáquica (dejar de fumar), incorporando herramientas digitales que facilitan el abandono del tabaco. De manera complementaria, la investigación en biomarcadores genéticos y la prevención de exposiciones nocivas, como el radón, forman parte de un enfoque integral que busca disminuir la incidencia del cáncer de pulmón mediante estrategias personalizadas y preventivas a largo
Además, un estilo de vida saludable es clave en la prevención. Mantener una alimentación equilibrada, rica en frutas y verduras, realizar actividad física de manera regular y conservar un peso adecuado contribuyen al fortalecimiento del organismo.
Las revisiones médicas periódicas son esenciales, especialmente en personas con mayor riesgo. En determinados casos, los estudios de detección temprana, como la tomografía computarizada de baja dosis, pueden ayudar a identificar la enfermedad en fases iniciales.
El cáncer de pulmón es una enfermedad grave, pero en muchos casos puede prevenirse. Reconocer a tiempo las señales de alerta y adoptar medidas preventivas adecuadas permite reducir el riesgo y aumentar las posibilidades de un tratamiento exitoso. La información, la prevención y la atención médica oportuna son herramientas clave para cuidar la salud pulmonar y mejorar la calidad de vida.
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