¿Cómo será la primera aparición del nuevo Papa?

Un grito unánime de emoción recorrió la Plaza de San Pedro cuando, al fin, el esperado humo blanco emergió de la chimenea de la Capilla Sixtina. Después de tres rondas de votaciones, los 133 cardenales del cónclave han elegido al nuevo líder espiritual de la Iglesia Católica: el sucesor de Francisco ya ha sido nombrado.

La multitud, que había aguardado durante horas bajo un cielo expectante, rompió en aplausos, lágrimas y cánticos apenas se confirmó que el humo ya no era negro: el símbolo inequívoco de que hay nuevo Papa.

El Ritual del Anuncio: Tradición y Emoción

La celebración continuará con una de las ceremonias más simbólicas del catolicismo. El cardenal Dominique Mamberti, en su rol como protodiácono, será el encargado de salir al balcón central de la Basílica de San Pedro para pronunciar las históricas palabras en latín que estremecen al mundo católico cada vez que se pronuncian:

“El eminentísimo y reverendísimo señor Robert Francis, cardenal de la Santa Iglesia Romana Prevost, que ha elegido el nombre de León XIV”.

Traducido:

“Eminentissimum ac Reverendissimum Dominum Robert Francis, Sanctae Romanae Ecclesiae Cardinalem Prevost, qui sibi nomen imposuit León XIV”.

La fórmula tradicional será:

A continuación, revelará el nombre del nuevo Sumo Pontífice, el número 267 en la historia de la Iglesia. Lo hará también en latín, anunciando el nombre civil del cardenal elegido, seguido del nombre que él mismo ha escogido para su pontificado.

“Annuntio vobis gaudium magnum: Habemus Papam!”
("Les anuncio una gran alegría: ¡Tenemos Papa!")

La Primera Bendición del Nuevo Papa

Acto seguido, la multitud verá por primera vez al nuevo Papa, quien se presentará al mundo desde el balcón, ya vestido con la sotana blanca y la muceta papal. Con voz solemne y presencia humilde, impartirá su primera bendición “Urbi et Orbi”, a la ciudad de Roma y al mundo entero.

En un gesto que queda a su decisión, el nuevo pontífice podría descender del balcón para saludar a los fieles reunidos en la plaza, muchos de los cuales han permanecido en vigilia desde que comenzó el cónclave.

La Iglesia Católica entra así en una nueva era. Y el mundo, expectante, aguarda no sólo un nombre, sino una visión.