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Laika: la primera canina enviada al espacio, pagó este logro con su vida

La perrita vagaba por las calles de Moscú cuando fue “reclutada” y compitió con otros 9 canes.

31/03/2022 11:02

Rusia

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Cada 3 de noviembre, se celebra un nuevo aniversario del lanzamiento al espacio del segundo satélite de la URSS: el Sputnik II. Este año se cumplirán 64 años de este logro histórico.

Pero esta hazaña no fue únicamente para los humanos, la protagonista que participó activamente para garantizar la carrera espacial fue la perra “Laika”, entrenada en Moscú para adaptarse a las dimensiones de la minúscula cápsula en la que iba a viajar fuera de la Tierra.

En 1957, en plena carrera espacial entre la Unión Soviética y Estados Unidos, los dirigentes comunistas querían probar la resistencia de un ser vivo en el espacio antes de enviar un hombre.

Luego de varias décadas continúa en debate la cuestión ética sobre el sufrimiento al que fue cometida “Laika”, este tema sigue siendo una polémica recurrente, que se reaviva cada año con el aniversario de su muerte.

La canina resistió entre 5 y 7 horas con vida, falleció presa del calor y del pánico. Pero esto no se supo con exactitud hasta 2002. La URSS edulcoró la noticia de su muerte, destacando el avance que suponía para que, años después, el cosmonauta Yuri Gagarin se convirtiese en el primer hombre enviado al espacio.

La historia,  sufrimiento y la mentira soviética

Laika fue una perra callejera encontrada vagando por las calles de Moscú. Los científicos soviéticos optaron por utilizar perros callejeros de Moscú ya que se asumía que estos animales ya habían aprendido a soportar las condiciones extremas de frío y de hambre.

Se decidió que los perros eran la mejor opción para mostrar la resistencia de un mamífero a las condiciones extremas por su gran adaptabilidad y fácil adiestramiento. El equipo trabajó intensamente con numerosos candidatos, sometiéndolos a un proceso de selección que incluía experimentos de una crueldad absolutamente inhumana, como encerrar a los animales en cápsulas muy pequeñas durante días enteros, alterar radicalmente las condiciones térmicas y atmosféricas de su interior y someterlos a auténticas torturas sensoriales.

El Sputnik II no fue técnicamente desarrollado para aterrizar. Era un cilindro de cerca de cuatro metros de altura y dos metros de diámetro. Laika estaba en una cápsula del tamaño de una lavadora, con un dispositivo para la regeneración química del aire y un alimentador automático que abría, dos veces por día, la tapa de un recipiente con una mezcla de nutrientes gelatinosos.

A la perrita le implantaron un sensor en las costillas para medir su respiración y otro sensor para medir su pulso en la arteria carótida. En aquel momento, todo valía para encontrar al "candidato" con mejor capacidad de adaptación.

La muerte

Los sensores implantados en Laika mostraron que, durante el lanzamiento, el ritmo de las pulsaciones de la perrita aumentó mucho, situándose tres veces por encima del ritmo en estado de reposo.

Su pulso tardó tres veces más en volver a los niveles prelanzamiento de lo que había tardado en las pruebas previas, un indicador del alto grado de estrés sufrido por Laika en el trayecto al espacio.

Los sensores de temperatura mostraron que la humedad y la temperatura de la cápsula donde estaba la perrita aumentaron poco después del inicio de la misión. La temperatura llegó a pasar los 40 grados centígrados.

Seis horas después del despegue, los sensores registraron una parada cardíaca. Estaba claro que la perrita había muerto como consecuencia del supercalentamiento de la cabina y del estrés.

El satélite con el cuerpo de Laika dio 2.370 vueltas en órbita y ardió al entrar en la atmósfera el 14 de abril de 1958.

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