La historia del asesino serial inspiró a la creación de uno de los personajes más macabros del cine.
20/04/2022 15:25
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Maudsley ingresó en prisión en 1974 por el asesinato de John Farrell, de 30 años. En 1979, mientras cumplía cadena perpetua por este delito, mató a tres personas en la cárcel. De ahí que las autoridades británicas decidieran tomar medidas severas y diseñar una celda especial para él. Es uno de los más de 60 delincuentes británicos que nunca será liberado.
La celda de cristal, similar a la de Lecter en la película, tiene solo 5,5 metros de largo por 4,5 metros de ancho, con unas enormes ventanas a prueba de balas desde la que los oficiales lo vigilan las 23 horas que vive allí encerrado. Sólo puede salir una hora al día al patio para hacer ejercicio, donde no se le permite tener contacto con otros reclusos.
La historia de un asesino
Todo comenzó en 1953, cuando tenía tan solo dos años, cuando él y sus tres hermanos fueron rescatados del maltrato de sus padres y llevados a un orfanato. A su regreso a casa a los ocho años, su vida dio un giro brutal por los constantes maltratos de su padre.
Declarado no apto para ser juzgado, fue enviado con la recomendación de que nunca fuera puesto en libertad, el hombre fue internado en el Hospital Psiquiátrico Broadmoor, lugar donde viven los criminales más peligrosos de Gran Bretaña.
Tres años después, él y su compañero de prisión David Cheeseman se atrincheraron dentro de una habitación con el abusador de menores David Francis, condenado por pedofilia, a quien torturaron hasta la muerte.
Tras aquel asesinato, trasladaron a Maudsleya a la prisión HMP Wakefield, donde acabó con la vida de dos presos más: Salney Darwood, que cumplía cadena perpetua por el homicidio involuntario de su esposa Blanche; y William Roberts, que cumplía 7 años por agresión sexual a una niña de siete años. Al segundo lo mató clavándole una cuchara afilada en la oreja y en el cerebro. Cuando los funcionarios del centro llegaron, dijeron que se había comido el cerebro de su víctima. Aunque nunca llegó a que ocurre de verdad, a partir de ese momento, Maudsley sería conocido como “Hannibal, el caníbal”.
Nada más entrar en el siglo XXI, Roberto Maudsley pidió que lo dejarán morir, pero le negaron la petición. El prisionero escribió una carta y argumentó que no tenía sentido tenerlo 23 horas al día encerrado y que el Reino Unido tuviera que pagar su manutención cuando él no quería seguir viviendo.
Robert Maudsley acabó esa carta diciendo que si el Servicio Penitenciario le negaba sus peticiones, entonces quería una cápsula de cianuro que se lo tomaría sin rechistar y así dejaría de ser un problema para la sociedad. Obviamente sus peticiones no fueron escuchadas y Maudsley sigue aislado del mundo en su celda de vidrio.
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