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Monja colombiana dejó los hábitos para convertirse en modelo webcam

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Red Uno Bolivia.- La mujer que se identificó como Yudi Pineda, una indígena de la zona de Ituango, municipio de Colombia, pero que se crió en Urabá cuando tenía dos años, inició sus estudios escolares en esa región y encontró en la religión católica un buen refugio, en el convento.

Pineda vivió ocho años en el convento, formándose como monja, pero un amor la hizo dejar sus hábitos. Después de años de ese momento, ahora se gana la vida como actriz porno webcam.

Me fui para Urabá. Soy muy católica. Demasiado. De hecho, cuando me fui para Urabá, estuve en un colegio que visitaban las monjas y decidí entrar a esa vocación. Entré a eso de los 10 años de edad. Duré en el convento ocho años, en el cual me sentí demasiada, demasiada contenta“, dijo.

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Recordó que decidió dejar los mantos ya que conoció a un hombre que daba catequesis para preparar a los niños para la primera comunión. Aunque no dijo cómo fluyó la relación, confesó que debido a ese primer amor decidió dejar la vocación. “Hablé con la hermana y le dije que no era correcto lo que estaba haciendo, me había enamorado, y me salí del convento“, afirmó.

La historia tuvo un alto hasta hace unos tres años, cuando conoció una amiga que le dijo que lo de ser modelo webcam era un negocio muy rentable y que le iba a generar mucho dinero. Es por eso que decidió acudir a un estudio que queda en Laureles (Medellín), donde duro seis meses, más o menos, por lo que pagaban muy poco porcentaje.

“Luego de eso, me retiré y conocí a Juan Bustos, una de las personas que llevan más de 10 años en la industria, asesorando y profesionalizando a las modelos. Con él llevo más de un año, en el cual me siento demasiado bien, me ha brindado demasiado apoyo”, continuó la modelo webcam.

A pesar de tener su profesión no deja de lado su creencia. Es más, insiste en que sigue siendo muy devota ya que el ser en el que cree no la juzga por la manera en cómo vive.

Primero me sentía mal, pero, la verdad ya no. Me siento súper bien cuando voy a la iglesia. Siento mucha paz, mucha tranquilidad cuando estoy allá. Cuando entro, trato de entrar lo más decente que pueda, y no falto los viernes al grupo de oración, los sábados de vigilia y los domingos a la misa“, finalizó la monja.


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