“Hace frío, pero hay que trabajar”: La cruda realidad de los vendedores ambulantes de la tercera edad

La jornada comienza temprano, mucho antes de que amanezca. A las 5:00 de la mañana, cuando las temperaturas apenas rozan los grados positivos, decenas de adultos mayores ya están en las calles, abrigados con varias chompas, desafiando al frío y a la edad para poder subsistir.

La necesidad no entiende de climas ni edades. Para muchos vendedores ambulantes, especialmente personas de la tercera edad, las bajas temperaturas no son excusa: salir a trabajar es la única opción que tienen para sobrevivir.

“Trabajando, qué se va hacer. He venido con tres chompas”, señala entre risas una comerciante de frutas que acomoda su mercadería bajo una carpa improvisada.

A su lado, otra vendedora responde: “Hace frío, con cuatro chompas estoy”. No es exageración; el clima helado obliga a abrigarse en capas. “Por la necesidad, tengo un hijito que es impedido. Salí a las 5:00 a vender”, añade con preocupación otra comerciante, mientras acomoda botellas de refrescos y dulces sobre una manta.

Más allá del clima, la realidad que enfrentan es cruda. Se enfrentan al abandono, a la falta de apoyo estatal y a un sistema que muchas veces invisibiliza sus necesidades. A pesar de ello, cada día se levantan temprano, se abrigan con lo que tienen y se lanzan a la intemperie, porque quedarse en casa simplemente no es una opción.