Cuéllar, guardia de seguridad y encargado de las llaves de los pabellones, se encontraba en la parte trasera del recinto cuando la emergencia se desató.
17/12/2025 17:40
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La madrugada del viernes a sábado quedará marcada para siempre en la memoria de Miguel Cuéllar. Eran cerca de las 3:30 de la mañana cuando el agua comenzó a ingresar violentamente a las instalaciones de Cenvicruz. En cuestión de segundos, la riada derribó las vallas de protección y dejó al centro sumido en la oscuridad total.
Cuéllar, guardia de seguridad y encargado de las llaves de los pabellones, se encontraba en la parte trasera del recinto cuando la emergencia se desató. Sin comunicación, sin electricidad y con el agua subiendo rápidamente, tomó una decisión que marcaría la diferencia entre la vida y la muerte para 148 adolescentes que dormían en el lugar.
“Claro que temí por mi vida. Pensé en mi hijo, pero también pensé en los adolescentes que tenía a mi alrededor”, relató este martes en el programa El Mañanero. Con voz firme y en medio del pánico, Miguel lideró la evacuación, rompió una valla que se convirtió en la única vía de escape y guio a los jóvenes entre el lodo, el agua y la oscuridad.
Con una linterna y un handy, que luego quedaron inutilizados por el barro, el guardia condujo al grupo hacia la montaña, donde permanecieron hasta recibir ayuda. A pesar del frío, el cansancio extremo y el riesgo de hipotermia, ninguno de los adolescentes fue dejado atrás.
Miguel Cuéllar, también bombero voluntario forestal, asegura que no fue valentía, sino fe y responsabilidad. “Dios me puso en ese lugar. No podía pensar solo en mí”, afirmó. Los jóvenes, a quienes él llama cariñosamente “sobrinos” o “tíos”, también fueron su fortaleza en los momentos más críticos.
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