Llegó a Cochabamba hace 44 años y desde entonces ha trabajado por sus hijos.
26/05/2024 22:32
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La fe ciega de una madre potosina va más allá de cualquier entendimiento, y nos lleva a entender el mundo desde una perspectiva totalmente diferente, desde el momento en que concibio en el vientre hasta que sostuvo en sus brazos a sus hijos.
¿Cuántos sacrificios ha hecho por sus hijos en su vida? Sacrificios, yo no los llamaría así, son acciones que cariñosamente y amorosamente sin pensarlo dos veces he realizado a lo largo de mi vida.
Así respondió Doña Rosse Mary, su historia se remonta hace 44 años cuando con su pequeña hija de tan sólo un año tomó la decisión de dejar su hogar en los centros mineros, y llegar hasta el departamento de Cochabamba en busca de días mejores.
Pero la vida no es siempre como una la planea, esta madre luchó para formar su hogar, muchas veces con los zapatos rotos, con las suelas cubiertas apenas con un cartón, en medio de grandes necesidades empezó a formar su hogar.
Desde que llegó trabajo arduamente, luego de varios años fueron tuvo cuatro. En todo momento mostró un amor absoluto, y por tanto una entrega hacia sus hijos que llegó a desafiar la lógica.
“No dejó de trabajar”
El sacrificio de esta madre, que día a día vio la forma de ayudar a su compañero de vida, saliendo a trabajar de lo que pudo, bajo el sol o en la venta de productos puerta a puerta, mostró el profundo amor hacia sus hijos.
¿Valió la pena entonces todo el sacrificio?, consultamos.
“Todos los días lo ha valido, tengo cuatro hijos tres de ellos son profesionales, no ha sido fácil pues cada hijo es como los dedos de la mano. Cada uno es diferente y así los amo, los sacrificios cuando los miro me hacen sentir que valió la pena”, nos dijo.
Doña Rosse Mary nació un 21 de noviembre de 1959 en el municipio de Uncía, Potosí. Desde que era pequeña aprehendió el valor del esfuerzo, se destacó como estudiante, pero al tener a su primera hija decidió dejar su amada ciudad y buscar nuevos rumbos para su familia.
"El sueño nunca muere"
A sus 65 años su más grande pesar es no haber podido darles una casita, como la que siempre soñaba a sus hijos, pero los años no pasan en vano y sin darse cuenta la edad le alcanzó.
Ahora es madre y una orgullosa abuela, todos los días acompaña a su nieta a la escuela, la lleva y recoge, vela por su seguridad, con amor le cuenta historias de su tierra natal, ha logrado formar un vínculo especial y mágico.
Ha luchado contra el cáncer diagnosticado hace apenas el 2023, una batalla en la que estuvo acompañada de sus hijos, nieta y esposo. Pruebas por las que asegura que ha pasado con la ayuda de Dios, de quien es fiel creyente.
“Soy mujer, madre, compañera y amiga, estos años han dejado huellas en mi rostro como el paso del tiempo pero todos los días he podido encontrar la felicidad en pequeños momentos que paso con mis hijos, ellos son la prueba de que hice mi paso por este mundo”, concluyó.
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