El diseño, entendido como un proceso de transformación, parte del trazo inicial (el signo) para alcanzar una forma que trasciende y comunica (el símbolo).
06/11/2025 12:47
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La incorporación de la inteligencia artificial (IA) en el ámbito del diseño ha cambiado la forma en que los creativos conciben, desarrollan y transforman los signos en símbolos cargados de sentido. En este nuevo escenario tecnológico, el diseñador ya no es solo un artesano visual, sino un mediador entre la intuición humana y las posibilidades que brinda esta tecnología.
Sin embargo, Esteban Ibarra, diseñador gráfico y especialista en identidad visual en el workshop “Del signo al símbolo: cómo diseñar una marca con identidad y propósito”, sostiene que existe un riesgo de delegar toda la imaginación a la máquina, porque puede diluir la esencia de todo el proceso creativo.
“Si vamos directo a la inteligencia artificial para comenzar un proyecto, evitamos pasar por situaciones que enriquecen el proceso creativo”, señala Ibarra, subrayando la importancia de mantener viva la exploración manual, la reflexión y el ensayo. La IA, puede utilizarse como una herramienta en su visión, y no debe reemplazar la sensibilidad del diseñador, sino complementarla. Es una herramienta útil, pero subordinada a la mirada crítica y al pensamiento simbólico.
Un estudio publicado en Science Advances, titulado “Generative AI Enhances Individual Creativity but Reduces Collective Diversity”, revela que herramientas como ChatGPT y Midjourney pueden aumentar en más de un 40 % la cantidad de ideas que una persona genera de forma individual.
Sin embargo, también muestra un efecto secundario que consiste cuando muchos usuarios emplean estas mismas IAs, sus resultados tienden a parecerse entre sí, repitiendo de alguna manera el mismo símbolo visual o conceptual.
El diseño, entendido como un proceso de transformación, parte del trazo inicial (el signo) para alcanzar una forma que trasciende y comunica (el símbolo). “Como diseñadores y diseñadoras trabajamos todo el tiempo con formas, y el workshop trata de atravesar eso: cómo la forma adopta un espacio y logra reposar eternamente en un símbolo con una forma completamente definida”, explica el especialista argentino.
La IA puede intervenir en ese trayecto aportando velocidad, simulación y experimentación visual, pero la conversión del signo en símbolo sigue dependiendo de una dimensión humana: la capacidad de dotar a la forma de emoción, historia y propósito.
“Cuando hablamos de símbolos, estamos hablando de un signo que traspasa ciertas barreras y se vuelve representativo para su público”, afirma Ibarra. Ese salto cualitativo, del signo al símbolo, ocurre cuando el espectador adopta y transforma en una extensión de su identidad. En ese punto, el diseño deja de ser una composición estética para convertirse en un fenómeno cultural.
La IA puede generar miles de variaciones gráficas en segundos, pero carece del contexto emocional y social que convierte una forma en un emblema colectivo.
El especialista insistió en la necesidad de entrenar “el ojo crítico, el mecánico y el manual”, entendiendo que cada línea y cada decisión visual son un microentrenamiento de la sensibilidad. Esta práctica consciente se vuelve un acto de resistencia creativa. La inteligencia artificial puede sugerir combinaciones cromáticas o estructuras compositivas, pero solo el diseñador puede decidir qué forma encarna una emoción o una historia.
La relación entre IA y creatividad no debería verse como una competencia, sino como un diálogo. Las herramientas de generación visual, capaces de analizar millones de referentes gráficos y sintetizar tendencias, pueden actuar como un punto de partida, un laboratorio de ideas que amplía el horizonte del creador.
No obstante, el desafío consiste en no dejar que la automatización sustituya la experiencia de pensar, sentir y construir sentido. “A los alumnos les diría que no dependan de la inteligencia artificial, sino que la tengan presente como una herramienta más, que en algún momento puede aportar y complementar su trabajo”, aconseja Ibarra.
La evolución del diseño contemporáneo exige, por tanto, una conciencia híbrida: integrar la precisión del algoritmo con la intuición del trazo, la lógica de los datos con la poética de la forma. El símbolo no nace del cálculo, sino de la conexión entre la memoria, la emoción y la mirada crítica. La inteligencia artificial puede ofrecer rutas, pero el diseñador elige el destino.
En definitiva, la influencia de la IA en el proceso creativo de los signos y los símbolos no radica en su capacidad para producir imágenes, sino en su poder para provocar nuevas preguntas. ¿Qué lugar ocupa la sensibilidad humana en un entorno automatizado? ¿Cómo se preserva el propósito detrás de una marca cuando las herramientas crean más rápido que la mente? Tal como plantea Ibarra, el desafío no es optar entre tradición o tecnología, sino aprender a integrarlas para construir marcas con identidad, coherencia y alma.
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