El director de calidad conoció las fallas decidió denunciar, pero misteriosamente perdió la vida.
13/06/2025 14:06
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Durante más de tres décadas, John Barnett fue una figura clave dentro de Boeing, una de las compañías aeronáuticas más influyentes del mundo. Como director de calidad en la planta de ensamblaje, conocía cada tornillo y cada defecto. Pero fue su valentía al denunciar lo que consideraba fallas críticas en el modelo 787 Dreamliner lo que marcó su destino.
En 2017, tras jubilarse, Barnett rompió el silencio y se acogió a un programa federal de protección a informantes. Desde entonces, se convirtió en una de las voces más persistentes en advertir sobre problemas de seguridad que, según él, podrían poner en riesgo millones de vidas. Durante años habló con medios de alto perfil, como The New York Times, y entregó evidencia a las autoridades sobre los defectos en la manufactura del emblemático Dreamliner, construido en la planta de Carolina del Sur.
Pero en marzo de 2024, su historia dio un giro tan oscuro como inquietante: un día antes de declarar oficialmente en un juicio que prometía ser un punto de inflexión para la industria aeronáutica, Barnett fue hallado muerto. Estaba en su vehículo, en el estacionamiento del hotel donde se hospedaba. Todo apunta a un suicidio. Sin embargo, las circunstancias de su fallecimiento sembraron dudas y alimentaron teorías de conspiración en todo el mundo.
Barnett, oriundo de Louisiana, había dedicado su vida a la seguridad aérea. Fue trasladado en 2010 a la planta de Carolina del Sur para trabajar directamente en el Dreamliner, un avión que prometía revolucionar la aviación comercial. Pero lo que encontró lo alarmó: piezas defectuosas, presiones para acelerar la producción y advertencias ignoradas por sus superiores.
Sus denuncias cobraron fuerza cuando algunos aviones 787 protagonizaron incidentes entre 2017 y 2018. Pero la gran batalla judicial estaba por comenzar. John Barnett había preparado durante años su testimonio. Iba a hablar bajo juramento.
Nunca lo logró.
Su muerte, aunque oficialmente clasificada como suicidio, dejó un vacío incómodo y muchas preguntas sin responder. ¿Qué sabía exactamente? ¿Por qué justo en ese momento? ¿Fue silenciado o simplemente sucumbió al peso de años de presión y frustración?
El caso Barnett no solo conmocionó a la industria aeronáutica, también reavivó el debate sobre la protección real a los informantes y la ética empresarial en sectores donde un error puede costar cientos de vidas. Su historia es, a la vez, un acto de coraje y una tragedia sin cierre.
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