“Mi mamita fue apuñalada cinco veces”, dijo la hija de Doña Basilia, la vendedora de salchipapas

Como cada mañana, doña Basilia Sarzuri, de más de 60 años, salió a ganarse la vida con esfuerzo y dignidad. Desde temprano, montó su pequeño quiosco en la esquina de la avenida Heroínas y Belzu, donde vendía salchipapas y anticuchos para sobrevivir. Lo que nunca imaginó es que ese jueves terminaría siendo una de las víctimas del brutal ataque con cuchillo perpetrado por Douglas V. G., un hombre que sembró el terror en pleno centro de la ciudad.

La escena fue desgarradora. Doña Basilia fue sorprendida y apuñalada en plena vía pública mientras atendía su puesto. Recibió cinco puñaladas, una de ellas cerca del corazón. Desde entonces, permanece internada en la clínica Los Lirios, luchando por su vida.

“Ella vive sola y trabaja día y noche. No sabemos por qué ese hombre le hizo eso. No había razón. Solo queremos que mi mamita se recupere”, cuenta entre lágrimas su hija.

Los médicos luchan contra el tiempo. Las heridas son profundas y comprometen zonas delicadas. Mientras tanto, la familia —de escasos recursos— enfrenta no solo el dolor emocional, sino también una creciente deuda médica.

“Ya debemos 2.500 bolivianos en la clínica. No sabemos hasta cuánto subirá la cuenta. Solo pedimos a la gente que tenga un buen corazón, que nos ayude, por favor”, suplica la familia, que habilitó el número 793-66157 para recibir apoyo.

Doña Basilia es una de las siete personas heridas por el agresor, quien fue detenido tras el ataque. Sus familiares exigen justicia y piden que el caso no quede impune. “No se puede entender cómo alguien puede salir a herir a personas inocentes. Mi madre solo trabajaba. Queremos justicia, que este hombre no quede libre, que se castigue este horror”, afirma un familiar visiblemente afectado.

La esquina donde doña Basilia vendía, hoy está vacía. Su quiosco permanece cerrado, y sus utensilios de cocina cubiertos de silencio. Pero en el corazón de quienes la conocen, sigue viva la esperanza de volver a verla sonreír, sirviendo salchipapas como siempre lo hizo, con cariño, esfuerzo y humildad.