VIDEO: Inolvidable entrevista a Don Ramón: entre carcajadas, ternura y ocurrencias

Una tarde cualquiera se vuelve mágica cuando uno se encuentra con Don Ramón, ese hombre flaco, de bigote espeso y alma de niño que conquistó a generaciones desde la vecindad del Chavo del 8. Lo que debía ser una entrevista se transformó en una conversación jovial, chispeante y profundamente humana.

—¿Es una familia numerosa, Don Ramón?
—Sí.
—¿Cuántos hijos tiene?
—Siete.
—¿Siete?
—Siete hijos. En dos matrimonios... Mira tú, me eleve al cuadrado. 

Así, con su característico estilo críptico y chispeante, Don Ramón se abre, revelando una faceta muy distinta a la del hombre cascarrabias que conocimos en la pantalla. El mayor de sus hijos tiene 33 años. La más pequeña, apenas 7. “Me dice, ‘Papá, sí que no hay problema’”, compartía, entre risas.

—¿Y cuál es el secreto para ser buen padre, para educar y entretener a los niños?
—Esa es una pregunta muy difícil... y yo la sé —dice, con picardía—. Pero no sé. Yo creo que ya nací niño y sigo siendo chavito. ¿No se me nota? Tengo el carácter de niño, por eso me entienden bien los chavitos.

Y para demostrarlo, hizo un juego improvisado con los niños que lo rodean. “Pongan las manos atrás, echen la barriga para adelante... A la cuenta de tres se juntan y el que reviente el... el que reviente, gana. Yo le regalo una foto mía... fotografiada, claro. ¿Qué más quieren? ¡Si no tengo ni para la renta!”

Mientras ríe y organiza su insólita competencia, Don Ramón no pierde su conexión con los más pequeños, los hace reír, los hace jugar, les habla como si fueran sus iguales. Esa es su magia.

—¿Es más fácil hacer reír a los niños o a los adultos?
—Más difícil al hombre maduro. Yo estoy en ese grupo... en el más duro de los maduros (indica quien lo entrevista).

Y, sin que nadie se lo pida, lanza un chiste con su sello: “Fíjate que en México somos bien chaparros. Tengo un amigo, policía judicial, tan chaparrito que duerme en la recámara... ¡de su pistola!”

Así era Don Ramón, un alma libre, un niño eterno, un padre que educa jugando y un comediante que, sin necesidad de vestuario ni libreto, llenaba de risa cualquier rincón. Aunque diga que no tiene ni para la renta, lo cierto es que tiene algo mucho más valioso: el cariño entrañable de varias generaciones.

Mira la entrevista: