VIDEO: “¡Vamos subiendo!”: Un 'profe' transporta en moto a sus estudiantes a la escuela en una comunidad rural

En el municipio de Warnes, existe una pequeña escuelita que se convierte, todos los días, en un faro de esperanza. La escuela San Juan de las Parcelas no es como las demás, y su maestro, David Oscar Montano Quiroga, tampoco lo es.

David es un joven maestro rural que, con el corazón lleno de compromiso, enfrenta la noble tarea de educar en las circunstancias más difíciles. Él es el único maestro de un aula que alberga a ocho niños, distribuidos entre cuatro grados.

El educador llega todos los días llega para llevar a los pequeños estudiantes. “¡Están listos para ir a la escuela! Vamos subiendo”. Lo hace cada día, y lo hace con una dedicación que emociona a quien lo ve.

A pesar de las dificultades, el maestro David no vacila. Todos los días, incluso cuando su cuerpo está debilitado por el dengue y el dolor de cabeza lo consume, se pone en marcha para garantizar que esos pequeños no se queden atrás. En su motocicleta, adecuadamente ajustada al peso de sus alumnos, va pasando por las casas de los niños para recogerlos, sorteando el calor, el polvo, y hasta las serpientes que se cruzan en su camino. Con una determinación inquebrantable, su meta es siempre la misma: que sus estudiantes lleguen a la escuela.

“La escuela es lo único que tienen”, dice David, con una sonrisa que refleja su profunda pasión por la enseñanza. La comunidad de San Juan de las Parcelas es pequeña, tiene menos de diez familias, y sus miembros no residen permanentemente en el lugar.

Los padres de los niños se dedican a las lecherías de la zona, y los pequeños viven a varios kilómetros de la escuela, por lo que muchos de ellos nunca habrían podido asistir sin la incansable ayuda de su maestro.

Para garantizar que sus estudiantes no falten a clases, David asume un compromiso que pocos estarían dispuestos a afrontar: llevar a los niños en su motocicleta por caminos polvorientos y arriesgados. “El profe no les cobra nada, los lleva”, aseguran los padres, conscientes de la nobleza de su sacrificio.

Cada día, al final de las clases, el ciclo se repite. El maestro toma de nuevo su vehículo de dos ruedas y regresa a cada casa, asegurándose de que los niños lleguen a salvo, hasta el umbral de sus hogares. Los rostros de los pequeños, brillando con gratitud, reflejan la importancia de esa tarea diaria. “Mi profe es bueno y nos enseña así”, dice uno de los alumnos con una inocente sonrisa.

El sacrificio de David, su esfuerzo diario, va más allá de lo que cualquier persona podría imaginar. Él es la esperanza de esos niños, la razón por la que tienen la oportunidad de construir un futuro mejor.

En cada kilómetro recorrido, en cada clase impartida, David no solo enseña matemáticas, ciencias o lenguaje, sino que también enseña lo más importante de todo: la perseverancia, el valor y el amor por lo que se hace.