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Un verdadero revuelo internacional causó la orden ejecutiva emitida el 1 de febrero de 2025 por el
Presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, para imponer aranceles del 25% a los
productos importados de México y Canadá, así como un gravamen del 10% a los bienes originarios de
China, a lo que se sumó el anuncio de que tal determinación podría extenderse a Europa, apuntando
todo ello a una imprevisible guerra comercial que, de una u otra manera afectará, negativa o
positivamente, de forma directa o indirectamente, a todos los países que hacen parte del sistema
multilateral de comercio, a unos más que a otros, según estén más o menos preparados para enfrentar
dicha contingencia, reactiva o proactivamente.
Las justificaciones esgrimidas por Trump tienen que ver con la inmigración ilegal, el grave problema
que supone el narcotráfico y el creciente consumo del fentanilo en su país, además del interés
subsidiario de proteger su gigantesco mercado para inducir un mayor consumo de bienes
estadounidenses y generar con esto más crecimiento y fuentes de empleo.
En efecto, la Administración Trump dispuso la aplicación de aranceles del 10% a la importación de
productos chinos y del 25% a los de México y Canadá. Si bien hubo una primera moratoria de 30 días
para estos dos últimos hasta inicios de marzo -gracias a los acuerdos logrados en materia migratoria y
de narcotráfico- y, luego de dos días de su aplicación en marzo, un nuevo aplazamiento hasta abril para
no afectar a los productos cobijados por el Tratado de Libre Comercio Estados Unidos-México-Canadá
(ex NAFTA), no ocurrió lo mismo con la China, quien anticipó una represalia con aranceles del 10% y
15% a partir del 10 de febrero contra los productos estadounidenses, en el rubro de alimentos,
principalmente, además de anticipar una denuncia ante la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Si a ello se suma la posibilidad de una aplicación futura de aranceles a Europa, todo apunta a una
inminente guerra comercial en la que habría muchos afectados, desde el comercio internacional hasta el
mercado de valores, por las repercusiones sobre la economía mundial, dado el contexto globalizado en
que vivimos.
Por la gracia de Dios, tuve el privilegio de que CNN en Español me entrevistara para abordar el tema
enfocándome en México y Bolivia, habiendo expresado que la posibilidad de una mayor tensión
comercial entre Estados Unidos con varios países -México, principalmente- no deja de ser una
preocupación al estar hablando de la primera potencia económica mundial, y, además, de aliados
comerciales y vecinos que, en el caso de México implica tener a Estados Unidos como su primer socio
comercial y, recíprocamente, de igual forma, ya que México llegó a desplazar a la China, logró un gran
superávit comercial con los Estados Unidos y es su segundo mayor comprador, además de ser quien
más exporta a ese gran mercado.
El peso que tienen las ventas a tan importante plaza para el PIB mexicano me llevó a recomendar hacer
bien las cosas utilizando la diplomacia para un acercamiento y una mejor relación con su principal
socio comercial. Me animé a dar tal consejo, considerando su enorme dependencia del mercado
estadounidense, ya que en 2023 por lo menos el 80% de las exportaciones mexicanas fueron a los
Estados Unidos, superando los 465.000 millones de dólares y más del 60% de ello con un altísimo
valor agregado, expresado principalmente por la mano de obra, llegando a significar casi la cuarta parte
de su PIB.
En lo que hace a Bolivia, informé que Estados Unidos es su octavo socio comercial, ocupando el
decimotercer lugar como país destinatario para las exportaciones nacionales y la quinta plaza como
proveedor internacional del país.
Reflexioné, también, sobre la alta necesidad de mercados externos para los países en desarrollo y sugerí
mejorar la productividad, la competitividad, la diversificación de mercados y la negociación de nuevos
acuerdos comerciales, como una estrategia para intentar bajar la dependencia de un mercado al que
todos aspiran, empezando por la China que aprovechando del mismo, hizo tantos cambios e
innovaciones, progresando comercial y económicamente.
Para concluir ¿podrían las medidas asumidas por Estados Unidos beneficiar a Bolivia? Claro, siempre
que tenga la capacidad de exportar sin restricciones los bienes afectados con aranceles a un gran
mercado que de la noche a la mañana podría pasar, de la libre importación derivada del Tratado de
Libre Comercio entre Estados Unidos, México y Canadá, a una sobreprotección del 25% generando
una ventaja que se podría aprovechar, sin descartar, eso sí, la posibilidad de un desvío de comercio a
favor de países que -como Chile, Perú, Colombia y otros- pueden exportar sin pagar tan altas tarifas
arancelarias gracias a los acuerdos de libre comercio suscritos. Como Bolivia no negoció un Tratado de
Libre Comercio con los Estados Unidos, no goza de tal prerrogativa para poder ingresar allí con
“arancel cero”, lamentablemente…
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