LA REVOLUCIÓN DE LAS INTENSAS

¿Qué es lo primero que se viene a la mente cuando decimos la palabra intensa?

Probablemente una mujer. Una que ríe fuerte. Que pregunta más de la cuenta. Que llora en público. Que dice lo que piensa, aunque se le quiebre la voz. Una que no se sabe quedar callada. Que ama de golpe, que discute de frente, que no sabe hacerse la indiferente.

Una que no se disuelve para caer bien.

Si lo pienso en energía, la intensidad no es una lamparita dimer que se regula con sutileza. Es más bien un interruptor: o está encendida, o no está. On/off. Sin escalas. Sin disculpas.

Pero, ¿cuándo fue que eso empezó a molestar? ¿Cuándo fue que la pasión se convirtió en exceso, y el exceso en defecto?

Hoy, ser intensa suena a advertencia. A exceso de emoción, a falta de compostura. A algo que conviene calmar. Se dice con los ojos en blanco, con un suspiro, con ese tono que no necesita explicarse: “ya estás siendo demasiado”.

Demasiado.

¿Qué medida, exactamente, es la justa para no incomodar?

La palabra intensa carga con un juicio silencioso, casi siempre dirigido a nosotras. Porque a los hombres se les dice apasionados, determinados, valientes. A nosotras, nos bajan la voz con un adjetivo.

Y, sin embargo, yo digo: ojalá todas fuésemos un poco más intensas.

La intensidad, cuando es honesta, es combustible. Es el grito que se anima. El cuerpo que no pide permiso. La risa que no cabe en el molde. La emoción que no se maquilla. Es estar presente en lo que duele y en lo que arde. Es mirar de frente. Es sentir a lo grande en un mundo que insiste en hacernos pequeñas.

Sí, la intensidad sin dirección puede volverse torbellino. Nadie niega eso. Pero también la indiferencia es capaz de apagar la llama de cualquiera.

Yo prefiero arder que desaparecer de a poco.

Así que la próxima vez que alguien te diga intensa, no te disculpes. No bajes el volumen. No corrijas el gesto. Quizás lo que estás mostrando no es un exceso, sino una forma distinta - y valiente- de estar viva.

Y eso, en estos tiempos de filtros y silencios bonitos, es casi un acto revolucionario.
Y si te sentiste un poco identificada, si alguna vez te llamaron intensa y dudaste si era un halago o una crítica… este espacio también es para vos.

Creamos un podcast donde lo intenso no se censura, se celebra. Donde las emociones no se bajan el volumen, se amplifican. Donde ser “demasiado” es apenas el punto de partida.

 

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